Para casi todos los mexicanos, nuestro país, en la práctica, termina a 50 metros de las playas. Sin embargo, en alta mar, más allá de lo que alcanza nuestra vista, hay otro México, el del petróleo, el de los esforzados trabajadores y científicos que con riesgo de sus vidas extraen los recursos energéticos que yacen en nuestro subsuelo.
No obstante que la producción petrolera mexicana es un tema habitual, algunos de sus aspectos forman parte del México desconocido, cuando menos para la mayoría. Tal es el caso de la formidable extracción de hidrocarburos que se realiza en las plataformas marítimas de la Sonda de Campeche, impactante no sólo por sus montos extraordinarios sino por la altísima tecnología mexicana que allí se utiliza.
Más allá de la política—nacional, económica, sindical—, más allá de las crisis financieras locales y mundiales y al margen de los mercados internacionales y de sus movimientos en los precios, sobre todo ello está una producción concreta, una generación de riqueza y de empleo sustentadas en una alta responsabilidad individual de los técnicos y los obreros que laboran en la Sonda de Campeche.
Desde hace muchas décadas prescindimos de recursos humanos extranjeros para casi todos los diversos y complejos aspectos de esta materia; ahora inclusive exportamos tecnología petrolera.
CADA QUIEN A LO SUYO
Cada plataforma marítima es como un pequeño México, con toda su policromía etnológica, hermoso mestizaje racial y cultural: rostros indígenas de ingenieros frente a tableros de computadoras, técnicos controlando pantallas de radares, científicos apenas mayores de 30 años al mando de sendos complejos de explotación o telecomunicación, obreros y válvulas, capitanes y embarcaciones de muchos tipos, pilotos y helicópteros, todo un mundo integral que sólo funciona porque cada quien hace lo que tiene que hacer. En la Sonda tenemos, aproximadamente, 100 plataformas marítimas en las que viven permanentemente—desde luego, rotándose— alrededor de 4 500 personas; las instalaciones son, con frecuencia, verdaderos conjuntos modulares de varias plataformas (una principal y otras satélites, unidas por gigantescas tuberías que a la vez sirven de estructuras para puentes colgantes). Notable geometría de ductos y conexiones que con sus vivos y diversos colores, en contraste con las gamas de azules del mar, conforman abstractos elementos estéticos.
La mayor parte de las plataformas marítimas son para la explotación, o sea, para extraer petróleo crudo y gas natural, que invariablemente surgen combinados. En algunos pozos predomina el liquido, pero siempre con algún porcentaje de gas; en otros, la composición es al revés. Esta característica geológica obliga a separar en instalaciones en el océano ambos tipos de hidrocarburos para bombearlos hacia tierra firme, pues tienen dos destinos perfectamente diferenciados: el gas se concentra en la planta de rebombeo de Atasta, Camp., y el crudo en el puerto tabasqueño de Dos Bocas, construido ex profeso para ese fin. De uno y otro lugar, ambos productos se bombean a Ciudad Pemex, Tab., para de ahi seguir caminos muy diversos: desde Minatitlán y La Cangrejera, Ver., hasta las redes de gasoductos, oleoductos y poliductos que ya cubren buena parte del país y surten refinerías e industrias petroquímicas conexas.